A través del bosque se erigía una pequeña casita de madera. Y allí estaba la casa, sola, en medio del bosque como salida de un cuento infantil. Se decía que detrás de ella, era por donde salia Sol y por donde él se encontraba con su amante Noche, que durante un pequeño tiempo, solo al atardecer y al amanecer, era cuando se unían en uno solo y por eso contaba la leyenda que durante aquellos instantes, era cuando ellos protegían a los enamorados, que se escapaban al anochecer y volvían al amanecer.
El humo de la chimenea impregnaba su olor alrededor de la casa. Pero no todo era tan idílico, dentro el fuego se quemaba ávidamente, al igual que Muerte hacia con la vida de aquella joven dama, por la que Noche lloraba.
La muchacha tumbada en la cama con un paño de agua en la cabeza, con cada suspiro, cada dolor, se encontraba mas cerca de Muerte.
- Vive - le dijo con sus ultimas fuerzas.
- ¿Como esperas que lo haga, si todo..., si yo te pertenezco? Dime como..., señora mía. - dijo entre sollozos.
- Mi fiel caballero, yo te convierto en liberto, te hago libre, ya no me perteneces, pero me voy con la esperanza de que alguna día sea otra tu ama.
- ¿Como podría hacer eso, si nunca dejare de pensar en vos?
- Me enorgullece saber que no me olvidaras, pero si no encuentras a otra, deshonraras a la que en vida fue tu señora. Solo te pido, amor mio, que vivas y seas feliz.
Y lo miro con tanta ternura, que él solo la pudo besar. Puso en el todo su amor, porque sabia que iba a ser el último. Muerte, apiadada de los amantes, quiso que aquel beso fuera su despedida y no aquella amarga conversación.
(ARISIA)
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